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¿Cuál, pues, es mi merced? Que predicando el evangelio, ponga el evangelio de Cristo de balde, para no usar mal de mi potestad en el evangelio.
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Mas como no cesasen sus dolores, porque al fin había caído sobre él la justa venganza de Dios, perdida toda esperanza, escribió a los judíos una carta, en forma de súplica, del tenor siguiente: