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Por tanto yo no detendré mi boca, mas hablaré con la angustia de mi espíritu, y quejarme he con la amargura de mi alma.
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Después de veinte días que se hacía esta guardia, todas las cisternas y depósitos de agua de todos los habitantes de Betulia se agotaron, de tal manera que dentro de la ciudad no había agua bastante para saciar la sed aunque fuese para un solo día; pues se repartía cada día a los vecinos el agua por medida.