18
Inclina, o! Dios mío, tu oído, y oye: abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos, y la ciudad, sobre la cual es llamado tu nombre; porque no confiados en nuestras justicias derramamos nuestros ruegos delante de tu presencia, mas en tus muchas misericordias.
compare_arrows
Comparar Traducciones
Pues la maldad arde como un fuego, devorando las zarzas y espinas, y prende las espesuras de la selva, que se elevan en remolinos de humo.