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Ví que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al mediodía, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su mano; y hacía conforme a su voluntad, y cada día se hacía más grande.
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Pues antes que el niño sepa decir: ¡Padre mío! y ¡Madre mía!, las riquezas de Damasco y el botín de Samaria serán llevados a la presencia del rey de Asiria.”