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Y cercaban aquel mar por debajo de su labio al derredor unas bolas como calabazas, diez en cada codo, que ceñían el mar todo al derredor en dos ordenes, las cuales habían sido fundidas en su fundición.
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Por debajo de su borde lo rodeaban coloquíntidas, todo alrededor, diez por cada codo, cercando el mar entero con dos órdenes de coloquíntidas, fundidas al mismo tiempo que él.