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Conciencia digo, no la tuya, sino la del otro. ¿Pues por qué ha de ser juzgada mi libertad por conciencia de otro?
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Mas mientras se estaba en lo más recio de la batalla vieron los enemigos aparecer del cielo cinco varones montados en caballos adornados con frenos de oro, que servían de capitanes a los judíos.